Ciudades más lentas
La idea de tener ciudades lentas, que creció desde Italia al mundo en estos años, dio origen a algunos pueblos experimentales. Sin embargo, más poderoso ha sido el efecto de esa idea en las grandes megápolis: ¿cómo bajarles la velocidad?
El horizonte es positivo. El aporte de los parques y plazas, el aumento del transporte público sobre el privado, la construcción de más calles peatonales y ciclovías, la valoración de los hitos geográficos -como cerros y ríos-, y el control del aire contaminado hacen esperar que, dentro de las próximas tres décadas, estaremos viviendo en ciudades mucho más sustentables.
Sin embargo, hay algo que parece estancado: el ambiente humano. La ciudad griega se instaló como modelo occidental, porque buscó integrarse a través de la amistad y la virtud. El concepto se refería a la amistad cívica: quienes compartimos la ciudad estamos involucrados en que siga existiendo y sea cada vez mejor.
Ahora último algo atenta en contra: cada vez más jóvenes viven como nómades, sin comprometerse con una ciudad en específico. Incluso, tal como los millenials sospechan de quien pasa demasiados años en la misma empresa, recelan de quien ha vivido siempre en el mismo lugar.
Se espera, sin embargo, que entraremos en una nueva fase: cada uno vivirá de un lugar a otro, solo hasta encontrar el apropiado a sus intereses. Y su ciudad escogida será una de sus “causas”, tal como puede serlo el reciclaje o el uso de energías renovables.
El pronóstico es simple: no se puede renegar de las megápolis, ya que algunas como Seúl, Budapest y Bruselas producen casi la mitad del producto interno bruto de sus países. Pero se puede hacer mucho para que, como las polis griegas, vuelvan a ser más amistosas.
Desde África observan a América del Sur, conscientes que aquí se buscan logros con recursos limitados. Son dos mundos igualmente polarizados, de barrios muy verdes y prósperos y otros de pésima infraestructura. Son ciudades que, espacios públicos mediante -áreas verdes con equipamiento deportivo y artístico-, deben aprender a avanzar, estableciendo escenarios de encuentro y políticas más equitativas. De Argentina, Chile, Colombia, Ecuador y Perú extraen experiencias.
Las ciudades, así unidas por “la virtud y la amistad”, estarían en mejores condiciones de controlar, como en Medellín de Colombia -la ciudad símbolo de la región hoy día-, el narcotráfico y la delincuencia. Su acierto: centró su estrategia en los propios habitantes como protagonistas del cambio, generando así un círculo virtuoso.