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Yoga Medicina

Una esperanza para pacientes con cáncer

Marcada por su experiencia de acompañamiento a una mujer con cáncer, Claudia Peña decidió volcar su energía a ayudar a enfermos en su proceso de recuperación, a través de Yoga Medicina, metodología que desarrolló y que espera seguir extendiendo al sistema público de salud, a través de la Fundación del mismo nombre.

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Dejó de trabajar con querer y, sin querer, se transformó en instructora de yoga. Fue en una tienda, al día siguiente de renunciar a su trabajo, que la vendedora le preguntó: “Y usted, ¿qué hace?”. Instintivamente, sin saber qué decir, respondió: “Soy instructora de yoga”. Claudia Peña había terminado recién su instructorado, pero su objetivo no había sido nunca enseñar. Sin embargo, ese día se convirtió en profesora y la vendedora de la tienda, en su primera alumna. Regaló su living e instaló su sala.

 

Publicista, con un MBA de la Universidad de Desarrollo, trabajaba desde hacía diez años como directora regional de una importante agencia de publicidad. Vivía de lunes a viernes en un hotel en Bogotá, viajaba a Buenos Aires por el día y agendaba reuniones en el aeropuerto de Lima. “Todo lo que comía me caía mal, andaba irritable, de mal humor y pasaba días sin dormir. No sabia manejar el estrés, me sentía sobrepasada e infeliz a mis 27 años”. En la búsqueda de herramientas para cuidarse, llegó a la meditación: mindfulness en Buenos Aires, Satyananda en Bogotá y en Chile siguió explorando distintos estilos. A través de sus estudios de filosofía yóguica, y de los beneficios de su práctica, decidió darle un nuevo sentido a su vida. “Tenía un buen trabajo, con muchas posibilidades de seguir creciendo, oficina en el edificio Titatium y un buen sueldo, pero mi vida no tenía nada que ver con lo que alguna vez soñé”, asegura.

Vivir el yoga

En 2015, un mensaje por whatsapp pidiendo una instructora para una paciente con leucemia aguda, la hizo dar el siguiente paso. “Acompañé a Maina (María Ignacia Correa, ver recuadro) desde el día uno de su tratamiento de quimio en la Clínica San Carlos. Partimos con pranayamas y meditaciones guiadas, donde el trabajo en relación al lenguaje fue muy importante. Ella estaba conectada a su quimio, por lo que no podíamos hacer asanas, pero sí podíamos cambiar el switch y vaciarnos de tantos pensamientos e incertidumbre; empezamos a vivir día a día con esperanza y optimismo”.

 

Pidieron cambio de pieza, de una que miraba al smog de Santiago a otra que lo hacía hacia la cordillera. Todos los días, durante cinco meses, vieron juntas salir el sol cada mañana meditando y escuchando mantras y, a pesar del escepticismo inicial, su doctor de cabecera pidio respetar el letrero de la puerta: “Por favor no molestar. Estamos meditando”. Ambas se transformaron en la curiosidad de la Clínica y Maina, sin saberlo, en la primera experiencia de Yoga Medicina. Se conectó con su fuerza interior y poco a poco comenzó a salir adelante. “Cuando vi los efectos del yoga en personas que no tienen salud, entendí que el yoga es más que una postura: es una forma de ver la vida. Hasta entonces yo sólo practicaba yoga. Entonces, comencé a vivirlo”, asegura Claudia..

Yoga para todos

A partir de esa experiencia, y luego de investigar el tema -especialmente el trabajo con terapias complementarias que realizan clínicas de Estados Unidos-, Claudia desarrolló su propia metodología: Yoga Medicina.

Se enfoca principalmente en una práctica basada en la armonía de los centros energéticos, adaptada a todo tipo de persona, edad y condición, a través de la respiración, asanas, kriyas y meditación, que ha ido desarrollando a través de la experiencia con sus pacientes. El objetivo es fortalecer su recuperación física, mental y emocional, generando un estilo de vida consciente y saludable. “Hay posturas que aún no tienen nombre; son variantes de variantes que han surgido buscando adaptar la práctica a personas que tienen muchas limitaciones, porque el yoga es para todos; nadie puede quedar fuera”.

 

Inspirada por sus pacientes que en cada respiración y en cada movimiento encuentran alivio, alegría y esperanza, se propuso llevar estos beneficios al sector público, donde no hay acceso a yoga de calidad. Armó su proyecto y tocó la puerta al Instituto Nacional del Cáncer, donde trabaja desde hace dos años en conjunto con el equipo médico en la recuperación post cirugía, tratamientos oncológicos y paliativos, para enfermedades crónicas no transmisibles y también del sistema nervioso. “Logramos entrar al hospital referente del cáncer y con nuestro trabajo hemos ido ganando espacios. Hoy contamos con sala de yoga, la primera en un hospital en Chile, y todos los implementos para una práctica segura, y más importante, con el respeto de la comunidad médica a la que logramos sensibilizar”.

 

Claudia destaca el espacio que han logrado generar al interior del hospital, un lugar al que habitualmente el paciente no quiere ir: “Es sinónimo de tratamientos dolorosos, exámenes, horas de espera y diagnósticos que no quiere escuchar. En cambio, éste es un espacio de contención, una terapia para el alma, para socializar, para mirarse, para aprender de la experiencia del otro. Me da mucha satisfacción ver que pacientes con tan pocos recursos vengan de lejos, porque les gusta, porque sienten que les hace bien, porque les da esperanza y ganas de vivir”. 

 

Hoy Claudia prepara la publicación de un libro sobre el tema y realiza talleres y retiros compartiendo su experiencia. La Fundación tiene directorio, un equipo de colaboradores y profesores voluntarios. En total, son más de cien los pacientes que ya han experimentado los beneficios de Yoga Medicina. El siguiente paso es que el yoga sea reconocido por el Ministerio de Salud como terapia complementaria, haciéndolo abierto, inclusivo, accesible, seguro… ¡Y para todos!

M. Ignacia Correa, primera paciente de Yoga Medicina:

De mujer metralleta a niña símbolo:

En junio de 2015 le diagnosticaron leucemia. Siete meses antes había muerto su papá y en enero de ese fatídico 2015 se había separado luego de 22 años de matrimonio. Moretones en todo el cuerpo y llagas en las manos -mal diagnosticados como dermatitis atópica producto de la pena y el estrés- fueron la antesala de un triste capítulo en la vida de María Ignacia Correa, la Maina. No podía imaginar que después de todo lo que había vivido en tan corto tiempo, además tuviera cáncer…

El panorama no era alentador: internación para su quimio en la Clínica San Carlos de la UC, desconectada, aislada... Buscando qué hacer durante ese período, surgió el yoga: “Al tiro me hizo click, porque algo había leído sobre la importancia de la mente para superar la enfermedad”.

Así llegó a su vida Claudia Peña, que más que a una enferma, encontró a una mujer hecha un torbellino. “Imagínate que me puso la mujer metralleta. Si siempre fui acelerada, entonces pasaban por mi mente miles de pensamientos: qué va a pasar con mis hijas, mi trabajo, quién había estado en esa pieza, cuántos muertos habían en el piso...”.

Lo primero que Claudia le enseñó fue a aquietar su mente; que los pensamientos pasaran y no se quedaran en su cabeza. “Comencé a dormir bien, mejoró mi digestión, pero lo más importante, el yoga me dio fuerza y optimismo. ¡Si todos pensaban que me moría! Todos, menos la Claudia, yo y mis hijas (Florencia entonces de 18, Catalina de 16 y Amelia de 11), que me veían fuerte precisamente por el yoga”.

Ya en su casa, Maina no se separó de la práctica. Todos los días. De lunes a viernes. Claudia y el yoga eran suficiente motivo para levantarse cada mañana. En contacto permanente con su doctor, ella registraba diariamente los avances que Maina experimentaba.

Justo al cumplir un año de su diagnóstico, tomó su mochila y partió a Europa, donde tuvo tiempo para pensar. La leucemia y el yoga -o el yoga y la leucemia- le habían cambiado la vida. “Hoy no me proyecto más allá de lo que necesito, no me preocupan la vejez ni la muerte. Incluso sé que si me pasara algo, mis hijas estarían bien, porque no soy indispensable”.

Renunció a su trabajo en un colegio y optó por uno de media jornada en la Facultad de Educación de la Universidad Católica, donde valoraron su experiencia de 25 años de profesora. ¿El resto? Aprendió a cocinar para sus hijas, practica yoga diariamente y dedica tiempo a Yoga Medicina, como Secretaria Ejecutiva de la Fundación que dirige Claudia. “Es una manera de devolver a otros lo que yo recibí. ¡Imagínate: de mujer metralleta pasé a niña símbolo! ¿Cómo no voy a estar agradecida de la vida? De la vida, de la Claudia y del yoga… “.

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